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El yoga, el baile de mi vida

Imagen de perfilAnna Alfaro
chica practicando yoga  

El yoga ha cambiado mi vida. Quizá lo hayan dicho más personas, se haya leído en más textos. Yo puedo decir que a mí me ha pasado y creo que es algo bastante serio, importante y potente, pero es lo que he vivido y experimentado. Hay un antes y un después en mí desde el momento en que empecé a practicar. 

 

Comencé mi práctica hará unos 5 años y al principio, me obsesioné con los progresos, avanzar, lograr el handstand (postura sobre la cabeza), controlar la respiración… Me fijaba únicamente en los logros y no en el viaje. ¡Qué poco sabía del yoga por aquel entonces… y qué poco sé todavía!  El camino del yoga es eterno y si lo deseas, siempre puedes estar aprendiendo, avanzando y descubriendo. 

 

Me cambió la vida, como decía. A los seis meses de adentrarme en la práctica de vinayasa, empecé a experimentar y sentir sus beneficios y con los años, se han ido sumando y multiplicando. Me he convertido en una persona mucho más amable y amorosa conmigo misma. Más tolerante, paciente, flexible, no tiendo a quedarme en un pensamiento durante horas y entrar en bucle, tomo decisiones con cierta rapidez y agilidad, siento mayor equilibrio en mí, me siento activa, flexible, con menos dolores de cervicales y espalda, más calmada y sosegada y sobre todo, soy más feliz y positiva. Es increíble pero así es. 

 

El yoga es el ancla que me aferra a la realidad, a mí y al bienestar. Me devuelve a mi esencia y a mi centro, y es donde siempre recurro cuando no estoy bien. Cuando peor me he sentido, he acudido a la esterilla, buscando refugio y respuestas, y la gran mayoría de las veces, he terminado sintiéndome mejor. Por eso siempre vuelvo, por eso el yoga forma parte de mi día a día, teniendo mi propia práctica en casa y acudiendo varias veces por semana a un estudio. 

Me he formado como profesora de yoga vinyasa y yin. Eso fue durante mi segundo año practicando. Había cambiado tanto yo misma en un año, que quería seguir profundizando, mejorando, estando cada vez mejor, conociéndome y encontrando respuestas. 

 

Paz mental, menos estrés. Un tiempo y un momento de autocuidado para mi, conexión conmigo misma, un momento sagrado que hace que me sienta mejor y en mayor equilibrio en todos los aspectos de mi vida, física, mental y espiritualmente.  

 

Es el baile de mi vida, a mí que siempre me había gustado tanto el baile y la danza… Siento que he encontrado el camino para seguir bailando como había hecho de pequeña, además de ser el estilo de vida con el que me identifico, porque el yoga va más allá de la esterilla. Es un estado de conciencia, es una relación más benevolente, generosa y cuidadosa con el entorno y con los demás, que lleva a cambios en la alimentación, en el cuidado en general, en tu mirada ante la vida.  

 

Ahora, por ejemplo, escribo esto desde Bali, donde he venido a reconectar conmigo, a realizar un trabajo interno y, por supuesto, a hacerlo entre otros, de la mano del yoga, practicando en muchos de los lugares que hay en esta isla maravillosa de Indonesia.  

 

Si aún no os habéis animado a probarlo, os diría que mañana mismo lo hagáis. Probad. Probad varias veces, distintos estilos y distintos profesores, hasta encontrar ese tipo de yoga con el que conectéis, y esa persona que os transmita e inspire. Y sed pacientes. Los cambios son lentos pero os sorprenderán 🙂 Y practicad en estudios pero hacerlo también en casa, a solas, totalmente entregadas/os a vosotras/os. Los cursos de la escuela pueden ser una ayuda perfecta.